El afán del hombre por conocer su destino, le es connatural. Todas las culturas poseen su propio sistema de interpretación oracular. En México, los restos arqueológicos (templos, tumbas, esculturas, estelas, pinturas murales, objetos y códices) nos dan un panorama de la importancia de los cálculos astronómicos, de adivinación y de ritos mágicos, de nuestros ancestros.
Quizás la civilización más desarrollada en este tenor sea la Maya. Poseían una concepción del universo semejante al de otros pueblos mesoamericanos. Dividían el mundo en cuatro direcciones, cada una asociada a un dios, a un color (centro-verde, este-rojo, norte-blanco, oeste-negro, sur-amarillo), a un árbol y a un pájaro. Para ellos, los cielos estaban escalonados en trece estratos y trece dioses que los gobernaban. De ahí, su horóscopo retomaba todos los elementos y los amalgamaba en sus predicciones.
